Like Father, Like Son
Like Father, Like Son, película de Hirokazu Kore-eda presentada en el último festiva del cine de Lima, narra la historia de dos familias con estilos de vida muy distintos, quienes se enfrentan a una situación insospechada: sus hijos de seis años al ingresar a la escuela, luego de ser sometidos a las pruebas de sangre de rigor, descubren que no son suyos, sino que habían sido cambiados -más tarde lo sabremos- voluntariamente por una enfermera del hospital en el que nacieron.
Mientras que en un caso uno de ellos crecía en una familia adinerada en el que el padre, un joven arquitecto llamado Ryota, riguroso en su crianza y sometido casi por completo a su trabajo con un sentido de la ausencia siempre justificado por las exigencias de sus labores; el otro crecía en una familia de ingresos limitados en el que el padre se desempeñaba como técnico de electrónica reparando los artefactos del vecindario en el que vivían, con su taller en su propia casa y disponiendo el mayor tiempo posible con sus hijos, mostrando en todo momento un sentido del placer que pocas veces se encuentran, y que muchos padres añoramos tener.
Luego de ser identificados por la escuela, los padres empiezan la discusión respecto a cómo proceder. Si debían intercambiar a sus hijos para que estos crezcan con sus “verdaderos” padres era la cuestión que debían determinar. Ryota encuentra la justificación de que esto debía ser así en tanto la naturaleza, trasmitida a través de la información genética, determina la relación padres-hijos. Por el otro lado, los padres situados en esta suerte de clase media limitada, encontraban como principal motivación la posibilidad del intercambio esperando encontrar alguna reparación económica por parte del hospital por el error cometido y el daño sufrido. Sin embargo, nunca tienen claro si el intercambio debía darse, especialmente porque la relación con su hijo era de una forma muy íntima y fundada en una presencia constante.
Finalmente Ryota logra el propósito de intercambiar a los niños y se desencadena el centro de la trama de la película. Más allá de los clichés, la pregunta que salta contantemente en su desarrollo es qué significa ser padre o madre. En efecto, ¿se trata de una cuestión adquirida genéticamente? ¿O implica una construcción activa? Activa en tanto demanda presencia, relación, expresión de afecto y orientación en el desarrollo de la identidad de los pequeños, que más pronto que tarde serán personas autónomas, con mucha o poca capacidad para perseguir un plan de vida satisfactorio.
Por otro lado, la pregunta respecto a lo hereditario no deja de asomar con fuerza. Los modos de caminar, los gestos, los gustos. Parte del carácter. En fin, aquello que identifica a las personas, ¿son heredadas a través de la información genética de padres a hijos?
No puedo evitar recordar las narraciones que hace mi madre respecto a mi padre con el que no crecí y las múltiples coincidencias en nuestras maneras de ser. Sin embargo tampoco puedo desconocer las múltiples herencias del padre que si me formó y que son muy visibles. En ambos casos para bien y para mal.
Si bien la película incurre en muchos momentos en imágenes excesivamente melifluas, vale la pena verse y preguntarse de qué va esto de ser papá. Yo por lo menos me lo vengo preguntando desde hace seis años y pienso que me lo seguiré preguntando en lo que me queda de vida. Con mayor o menor angustia.