Poder decir adiós, es crecer
Escuché la música de Soda Stereo por primera vez cuando era todavía un niño. Tenía 9 años y por ese entonces, en mi barrio de Breña, la generación mayor a la mía (chicos entre 15 y 16 años) organizaban fiestas en las que se escuchaba música wave y rock en español. Soda Stereo era uno de los grupos favoritos.
Un gran amigo y yo solíamos escabullirnos en esas fiestas, siempre de colados. Nos poníamos en una esquina y observábamos cómo los "más grandes" bailaban las canciones de la época. Teníamos por entonces 9 o 10 años y los recuerdos de temas como Persiana Americana, Prófugos, Signos, Nada Personal, entre otros todavía se mantienen en mi memoria. Eran los años 1986 y 1987. Desde aquel entonces, nunca dejé de seguir a Soda y por supuesto al gran Gustavo Cerati.
Cerati me acompañó en los momentos más felices y también en los más tristes. Mis mejores recuerdos, sin dudas, están vinculados a sus canciones. Sus letras y especialmente su voz me sedujeron de un modo insospechado.
Nunca fui a un concierto suyo, salvo el que escuché desde la casa de un amigo que vivía al frente del ex coliseo Amauta, allá por el 86 u 87.
El disco que más disfruté de Cerati (y de Soda) fue su unplugged. Y la canción más sensual en nuestro idioma es "La Ciudad de la Furia" con Andrea Echeverry de Aterciopelados. La experiencia de Confort y Música para Volar es real cuando uno se deja llevar por la voz de este notable cantante.
Tuve la ilusión de que se levante y concluya el proyecto de Tango 3 con Charly y Aznar. Pero nada, ya fue. Se fue Cerati y con él una manera muy especial de sentir el rock en nuestro idioma. Qué difícil es poder decir adiós y confiar que podremos crecer, cuando se trata de algunas personas, como este genio.