Perdida
Perdida, de David Fincher, resulta ser una película de esas que cautivan al espectador durante todo el film, al mismo tiempo que te deja preguntas para la casa. Hace unos días publiqué en mi facebook un breve comentario sobre esta película iniciando con una pregunta: ¿Qué es lo que hace que las parejas -conyugales o de hecho- se mantengan unidas? La respuesta más obvia parece ser el amor. No dudo que en la experiencia de muchas parejas este sea el principal motivo. Sin embargo la película, con su trama llena de suspenso y sus escenas y diálogos cargados de conflicto parece ofrecernos otras alternativas de respuesta.
Un matrimonio joven se ve envuelto poco a poco en una dinámica de deterioro progresivo que conduce a consecuencias inevitables: la indiferencia y el engaño por parte del esposo, representado de manera eficiente por Ben Afleck, y la explosión de un carácter psicótico por parte de la mujer, representada de manera muy brillante por Rosemund Pike.
La película inicia con la desaparición de la esposa el día de su quinto aniversario, dejando evidentes rastros de haber sido violentada. La intriga y los prejuicios sociales llevan a suponer que el esposo ha sido el autor de esta desaparición, dejando que la trama poco a poco nos conduzca hacia dicha conclusión, aunque en paralelo se vayan descubriendo otros elementos que ponen en entredicho esta hipótesis al punto de descubrir a la esposa, progresivamente, en toda su magnitud psicótica.
Al final, luego de muchos entuertos y situaciones cargadas de violencia que valen la pena ser disfrutados viendo la película, se platea la pregunta: ¿qué es lo que hace que las parejas se mantengan unidas en situaciones cargadas de violencia, hastío, indiferencia e incluso desamor?
Lo último nos dice que no siempre es el amor lo que mantiene unidas a las parejas, aunque debiera serlo desde un punto de vista romántico e incluso moral (la apelación a la honestidad con los afectos siempre supone un imperativo implícito o explícito en las relaciones de pareja). Sin embargo, la película y la realidad nos dicen que no siempre es este sentimiento el que sostiene el vínculo. Incluso pareciera que existe otro móvil más común y silvestre que el amor para mantener a las parejas unidas: la necesidad.
La necesidad se representa de múltiples formas: necesidad de una opinión social favorable, necesidad de la presencia del otro, aunque se desconfíe o existan razones suficientes para no permanecer unida a esa persona. Necesidad de dar afecto a otra persona, de realizar el ideal del amor, aunque la otra parte no esté comprometida con dicho ideal. Necesidad económica. Necesidad de compañía simplemente. Necesidad de la presencia material de la pareja para criar a los hijos y no generar traumas innecesarios en estos. En fin, la lista de necesidades puede ser larga. De hecho lo es.
Perdida nos permite plantearnos la pregunta. Tal vez sea este su valor agregado más importante. Plantearse la pregunta resulta siempre pertinente, a menos para quienes deseamos vivir experiencias amorosas verdaderamente satisfactorias.