La piel de un indio no cuesta caro (aún)
O de cómo la vida de un ciudadano indígena cuesta menos que un plato de arroz
Vuelvo de un viaje a Chachapoyas donde he participado en un taller para fortalecer el conocimiento de la sociedad civil en la región Amazonas, respecto al Sistema de Justicia y la lucha contra la corrupción en el marco del Nuevo Código Procesal Penal. Me tocó hablar sobre ética pública e integridad institucional, tema que suelo trabajar desde hace unos años.
Sin embargo, más allá de los resultados exitosos del taller y del proceso positivo que siguió la capacitación, la noticia principal es lamentable. La inauguración del taller a cargo de un líder Awajún invocó a un minuto de silencio. Tres jóvenes del pueblo Awajún habían sido asesinados en el puesto de vigilancia fronterizo donde brindaban servicio militar voluntario ubicado en la frontera con Ecuador, en plena Cordillera del Cóndor, en el distrito amazonense del Cenepa (Condorcanqui). Más tarde, la historia del hecho, hizo más lamentable aún, el ya de por sí triste suceso:
Eran cinco los integrantes del puesto de vigilancia fronteriza con el Ecuador en el Cenepa. Un sub-teniente del Ejército, encargado del grupo y cuatro soldados voluntarios brindando servicio militar. Las raciones de alimentos se habían agotado hacía ya algunos días y los soldados se alimentaban de lo que buenamente podían encontrar en la zona. Pero el hambre no pudo más, se acercaron donde su superior, quien aún guardaba alimentos y le pidieron por favor les dé un poco del arroz que él tenía. El sub-teniente se negó aduciendo que esas eran sus raciones y que si les daba un poco ellas, él se quedaría sin comer. Ellos debían ver qué podían encontrar en el río para que puedan alimentarse.
Cuando el sub-teniente se distrajo, los soldados tomaron un poco del arroz que guardaba su jefe y se lo llevaron a orillas del río. Allí lo cocinaron y empezaron a comer. Al notar esta situación, el jefe al mando fue en busca de sus subordinados, los encontró comiendo. Sacó su arma y sin mediar explicación les disparó por la espalda. Haber tomado un poco de arroz determinó el fin de tres de los cuatro jóvenes Awajún que daban servicio a nuestra patria en zona fronteriza. Uno de ellos, el cuarto, logró lanzarse al río y pudo salvar su vida cuando unos hermanos suyos lo rescataron en una comunidad río abajo. Fue él quien denunció el hecho, de otra forma, tal vez no nos habríamos enterado de nada.
Es triste confrontarse con hechos como estos, donde la vida de jóvenes ciudadanos se ve impedida porque las instituciones del Estado no desempeñan correctamente sus funciones, en este caso, de hacer llegar el rancho a los soldados en puestos de frontera, quién sabe por qué motivos. Es triste confirmar que aun la vida de personas que pertenecen a comunidades indígenas vale poco, tal vez por el solo hecho de ser indígenas. Es probable que la idea del asesino haya sido siendo estos indios nadie se enteraría de su desaparición. Pero el tiro le falló y uno de ellos logró escapar. Es triste ver que hoy en día, en nuestro país, si, en uno de los países con mayor crecimiento económico de la región en los últimos diez años, hayan personas cuya vida valga menos que un plato de arroz.
Ahora mismo, mientras escribo este post, los líderes del Pueblo Awajún se encuentran haciendo las gestiones correspondientes para que el hecho no quede impune. El sub-teniente está detenido y se están haciendo las investigaciones correspondientes. Mientras tanto, sería bueno que nos preguntemos qué cosas hacemos como ciudadanía para que este tipo de circunstancias no sigan ocurriendo. Tal vez una primera acción es indignarnos con hechos como estos y no cansarnos de denunciar la injusticia, aunque hay veces parezca que no tiene sentido. La conciencia moral de rebeldía frente a situaciones como esta, o como la impunidad que todavía persiste respecto al Baguazo del 2009 y tantas otras formas de violencia política con víctimas que lamentar, no debiera perderse.