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Crónica del pájaro que da cuerda al mundo

Publicado: 2015-02-24

Acabo de terminar de leer la novela Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, de Haruki Murakami, luego que unos impertinentes mensajes de texto o de chat (la misma vaina) me despertaran a la media noche y me arrancarán del sueño plácido en el que me encontraba. 

Fue una noche de desvelo. Una noche en la que debía acabar por fin esta novela cuya lectura inicié hace poco más de dos años. Si, ha sido la obra que he leído en un margen de tiempo más largo de toda mi vida. A pesar que no soy un lector voraz, debo confesar que esta novela ha traspasado todos mis límites.  

Cuando inicié su lectura en Enero del 2013 pude avanzar a penas unas 30 páginas. Paré. Dejé de leerla. No quise continuar. Sentía que era mucho para mí en ese momento en el que me encontraba fresco de un cambio radical que había ocurrido en mi vida. No era el momento. Más tarde, luego de un año y medio aproximadamente, retomé su lectura. Sentía que era el tiempo para concluir con aquello que había empezado. 

Debo confesar que ha sido una de las novelas más bellas que he leído. Mágica, dolorosa, ausente. Llena de atajos por los cuales transcurrir ha sido un verdadero placer, y una buena forma de ir reconociendo en cada uno de ellos, una parte de mis propios conflictos. El sentimiento de pérdida y de ausencia impregnados en cada una de las páginas de la novela, vienen acompañados de elucubraciones y búsquedas cada una más fantasiosa que la otra, y con aires de esoterismo y misticismo expuestos en dosis apropiadas para no caer en la trivialidad literaria. 

Esperar paciente. Esperar sentado en el fondo de un pozo. Esperar aguzando el oído, poniendo al límite la capacidad de nuestros sentidos. Esperar sin huir, sin escapar de lo que sentimos, de nuestras propias convicciones. Esperar hasta encontrar las pistas que nos devuelvan a la ruta de lo que buscamos. Tal vez esa sea la principal sensación que me ha dejado la novela. Una convicción renovada por la capacidad de espera y una crítica frente  al impulso primario que más tarde nos puede terminar atormentando por lo que habría ocurrido si hubiéramos sabido esperar. 

He recorrido junto a Okada una búsqueda basado en la convicción de la espera como medio para conseguir el retorno de lo más amado para uno. No me queda más que agradecerle a Murakami por haberme regalado esta notable novela. 


Escrito por

Carlo Mario Velarde

Filósofo, interesado en temas públicos y en la exploración de la subjetividad.


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