LOST
O el constante intento de volver a casa
Hace poco se cumplieron cinco años del último capítulo de la serie de televisión Lost. Fueron seis exitosas temporadas con las que miles de personas alrededor del mundo se conmovieron y disfrutaron hasta que por fin concluyó, dejando mucha polémica su final. No soy muy entregado a las series, sin embargo, puedo decir que Lost captó mi interés desde el primer momento que la vi, y luego ya no pude dejarla hasta que llegó su final.
La trama me parece potente. Un grupo de sobrevivientes de un vuelo que se estrella en una isla desconocida, trata de sobrevivir y de encontrar la manera de volver a casa. En ese esfuerzo, se encuentran con hechos inesperados, con eventos extraños a lo conocido en la naturaleza, y finalmente con otras personas que habitan la isla con intenciones poco comprensibles y que supone, siempre aparentemente, el cuidado de un bien extraordinario que posee ese lugar al que nadie puede llegar y del nadie puede salir. De esta forma, la belleza que ostenta la isla, se contrasta con un determinado poder que esconde y al mismo tiempo con el hecho de representar un espacio cerrado, inaccesible para quienes la ocupan (voluntariamente o por accidente).
Sin embargo, lo más impactante de la serie no son los eventos extraordinarios que acontecen en la isla. Lo misterioso, místico y sobre natural conforman una atmósfera sobre la cual se presenta lo verdaderamente interesante de la serie: sus personajes. Historias de hombres y mujeres que una vez en la isla dan un giro existencial brusco, pasando a convertirse en personajes distintos de lo que eran en sus vidas originales, antes que el vuelo caiga en ese fantástico lugar. Se podría decir, desde el lugar común formado por los prejuicios compartidos como sociedad, que la vida que encuentran en la isla es bastante mejor que aquella que ostentaban antes de llegar a ella. A pesar de ello, su pasado no deja de acontecer, de pararse delante de ellos, constantemente recordándoles quiénes son, de dónde vienen, y qué es lo que conforma su mundo simbólico más significativo. En todas las historias, dicho mundo del que provienen, insisto, es lamentable, es limitado, es incomprensible. Y en muchos casos muy doloroso. Pero insisten constantemente en volver a él, siendo esta la principal razón por la que permanecen vivos y con esperanza: volver a su mundo, volver a lo que eran antes. Volver a ser las personas que alguna vez fueron antes de llegar a ese lugar desconocido. Salvo uno de ellos, que logra insertarse en un diálogo místico con la isla, y para quien estar ahí, supone lo mejor que verdaderamente le podría haber ocurrido en su vida. Pero es un caso extremo el de este personaje, muy particular respecto a todos los demás perdidos.
Perderse. Encontrarse. Parecen ser dinámicas que no guardan un juicio valorativo respecto de la geografía o los bienes que conforman el mundo del agente. Qué cosas sorprendentes guarda la subjetividad de muchas personas, para quienes la vida se pinta como una constante búsqueda del camino de regreso a lo que se era antes, aunque lo nuevo parezca ser más alentador y promisorio. O por lo menos más desafiante. Quizá el dicho de más vale malo conocido que bueno por conocer, sea en el fondo el criterio valorativo más fuerte para decidir nuestras opciones.